• ANUNCIA AQUÍ

    Digital Solutions Perú EIRL, te ofrece el servicio de publicidad por nuestros blogs, contamos con más de 2000 visitas diarias, aproximadamente 60000 personas verán tu publicidad por nuestro servico al mes. Llámanos y por una suma pequeña podrás tener tu aviso publicitario, con un enlace directo a tu web. Y si no tiene página web nosotros te la creamos...

  • APOYA A LA ESCUELA USDA - TRUJILLO

    Estimados lectores, estamos apoyando esta noble causa, tan solo con un pequeño aporte puedes dar la alegría a niñoz de escasos recursos. Lo que se necesita son implementos escolares, cualquier tipo de ayuda será bien recibido. Gracias.....

El Hombre de la Máscara de Hierro 12

Posted by Digital Solutions Perú EIRL On 1/02/2009 02:46:00 p. m. No comments

El Hombre de la Máscara de Hierro
Alejandro Dumas

12


EL CASTILLO DE VAUX


El castillo de Vaux, situado a una legua de Melún, fue construido por Fouquet en 1653, es decir en un tiempo en que en Francia era grande la escasez de dinero, pues por una parte Mazarino lo había robado casi todo, y por la otra, Fouquet gastaba el resto. Sin embargo, como hay hombres que tienen fecundos los defectos y útiles los vicios, Fouquet, al sembrar los millones en su palacio, halló manera de cosechar tres hombres ilustres; a Levau, arquitecto del edificio, a Le Notres, autor del plano de los jardines, y a Le Brun, que pintó las habitaciones.
Vaux no tenía más que un defecto, y era su carácter grandioso, su graciosa magnificencia.
Una gran verja sostenida por cariátides forma la entrada de Vaux, y luego que uno la ha atravesado se encuentra frente al cuerpo principal del edificio, precedido de un gran patio ceñido de profundos fosos coronados de una magnífica barandilla de piedra. Aquel edificio, construido por un vasallo, se parece más a un alcázar que no los palacios que Wolsey se creía obligado a regalar a su señor para no despertarle la envidia.
Pero, si algo puede ser preferido a la espléndida disposición de las habitaciones, al lujo de los dorados, a la profusión de las pinturas y las estatuas, es el parque, son los jardines de Vaux. Los surtidores, maravillosos en 1653, lo son aún en la hora presente: las cascadas despertaban la admiración de reyes y príncipes; y por lo que hace la famosa gruta, el lector nos perdonará que no describamos todas sus bellezas, porque no querríamos despertar, respecto de nosotros, críticas como las que a la sazón meditaba Boileau. Haremos, pues, como Despreaux, entraremos en el parque que tenía entonces tan sólo ocho años, no obstante lo cual se doraban a los primeros rayos del sol las ya frondosas y altas cimas de sus árboles. Le Notre anticipó el goce del mecenas: todos los planteles dieron árboles precoces gracias al sumo cuidado que se puso en su cultura y al eficaces abonos. Todo árbol de las cercanías que presentaba condiciones de gran desarrollo, era, trasplantado al parque, para adorno del cual podía fouquet comprar muy bien árboles y más árboles, cuando para agrandarlo había comprado tres aldeas junto con lo que contenían.
El suntuoso palacio estaba dispuesto para recibir “al más gran de rey del mundo”. Los amigos de Fouquet habían conducido a él, en coche, unos sus actores y sus decoraciones, otros sus estatuarios y sus pintores, y, otros, finalmente, algunos ingenios, pues se trataba de improvisar en grande.
Por patios y corredores circulaba un ejército de criados, mientras Fouquet, que hasta aquella mañana misma no llegó, se paseaba tranquilo y perspicaz, para dar las últimas órdenes, después de haber pasado los mayordomos la última revista.
Era el 15 de agosto. El sol caía verticalmente sobre los hombros de los dioses de mármol y de bronce, y al tiempo que calentaba el agua de los estanques, hacía madurar en los vergeles los magníficos melocotones, por los que debía suspirar medio siglo después el “gran rey”, que decía a cierto personaje: Sois demasiado joven para haber comido melocotones del señor Fouquet.
¡Oh recuerdo! ¡oh trompetas de la fama! ¡oh gloria terrenal! ¡Aquel que tanto sabía apreciar el mérito; aquel que recogió la herencia de Nicolás fouquet, y la quitara a Le Notre y a Le Brun, y lo mandara sepultar a perpetuidad en una prisión de Estado, sólo recordaba los melocotones de su enemigo vencido, aniquilado, olvidado! Por más que fouquet tiró treinta millones en sus estanques, en los crisoles de sus estatuarios, en los bufetes de sus poetas y en las carteras de sus pintores, en vano creyó que dejaría memoria de él; y un puñado de materia vegetal que un lirón roe con la mayor frecuencia, bastaba para que un gran rey evocara en su memoria la imagen lamentable del último superintendente de Francia.
Seguro de que Aramis había distribuido bien los criados, cuidado de hacer guardar las puertas, y preparado los alojamientos, Fouquet no se ocupó más que en el conjunto. Aquí, Gourville le mostró la disposición de los fuegos artificiales, allí Moliére lo condujo al teatro, hasta que por fin y después de haber visitado la capilla, los salones y las galerías, al bajar, rendido de cansancio, Fouquet se encontró en la escalera con Aramis, que le hizo una seña.
El superintendente se unió a su amigo, que le detuvo ante un cuadro apenas terminado, y al cual daba los últimos toques Le Brun, sudando, manchado de colores, pálido de fatiga y de inspiración. Era el esperado retrato del rey, con el traje de ceremonia.
Fouquet se colocó delante de aquel retrato, que, por decirlo así, respiraba, miró la figura, calculó el trabajo, se admiró, y no hallando recompensa digna de aquella hercúlea labor, echó los brazos al cuello del artista y lo estrechó contra su pecho.
Si para el artista fue aquel un momento de gozo, no así para el sastre Percerín, que iba tras Fouquet, y admiraba en la pintura de Le Brun el traje que él hiciera para Su Majestad.
Las exclamaciones de Percerín fueron interrumpidas por la señal que dieron desde la torre del palacio. Más allá de Melún, en la llanura, los vigías de Vaux habían divisado el cortejo del rey y de las reinas: Su Majestad entraba en aquel momento en Melún con su larga fila de carrozas y jinetes.
––Dentro de una hora, ––dijo Aramis a Fouquet.
––¡Dentro de una hora! ––exclamó el superintendente exhalando un suspiro.
––¡Y el pueblo que pregunta de qué sirven las fiestas reales! –– prosiguió el obispo riéndose con hipocresía.
––¡Ay! también yo me lo pregunto y no soy pueblo, ––repuso Fouquet.
––Dentro de veinticuatro horas os responderé, monseñor. Poned buena cara, que es día de júbilo.
––Tanto si me creéis como si no, Herblay, designando con el dedo el cortejo de Luis en el horizonte, ––sé deciros que aunque él no me quiere mucho ni yo le quiero más a él, a proporción que va acercándose...
––¿Qué?
––Me es sagrado, es mi rey, casi me es querido.
––¿Querido? lo creo ––repuso Aramis haciendo hincapié en el vocablo, como andando el tiempo hizo el padre Terray con Luis XV.
––No lo toméis a broma, Herblay; conozco que, de quererlo él, amaría a ese joven.
––Eso no tenéis que contármelo a mí ––replicó el obispo, –– sino a Colbert.
––¡A Colbert! ––exclamó Fouquet. ––¿Por qué?
––Porque hará que os señalen una pensión sobre el bolsillo particular del rey, cuando sea superintendente.
––¿Adónde vais? ––preguntó Fouquet con gesto sombrío, al ver que Aramis se marchaba después de haber disparado el dardo.
––A mi habitación para mudar de traje.
––¿Dónde estáis alojado?
––En el cuarto azul del piso segundo.
––¿El que cae encima del dormitorio del rey?
––Sí.
––¡Vaya una sujección que os habéis impuesto! ¡Condenarse a la inmovilidad!
––Paso la noche durmiendo o leyendo, monseñor.
––¿Y vuestros criados?
––Sólo me acompaña una persona.
––¡Nada más!
––Me basta mi lector. Adiós, monseñor; no os fatiguéis en demasía. Conservaos bien para la llegada del rey.
––¿Os veremos a vos y al vuestro amigo Vallón?
––Le he dejado junto a mí. Ahora se está vistiendo.
Fouquet saludó con la cabeza y con una sonrisa, y pasó cual generalísimo que recorre las avanzadas al anunciarle la presencia del enemigo.

Indice | Siguiente

Capitulos: | Indice | 01 | 02 | 03 | 04 | 05 | 06 | 07 | 08 | 09 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
| 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 |
| 33 | 34 | 35 | 36 | 37 | 38 | 39 | 40 | 41 | 42 | 43 | 44 | 45 | 46 | 47 | 48 | 49 | 50 |
| 51 | 52 | 53 | 54 | 55 | 56 |

0 comentarios:

Publicar un comentario